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Pertenecer a la Tierra Santa es uno de los cimientos de la singular identidad cristiana árabe jordana, una identidad de la que nos jactamos ante el mundo entero y por la que no aceptamos otra alternativa. Es nuestra patria sagrada, una patria que ha infundido en nuestros corazones su amor y anhelos; un mensaje glorioso e inmortal cuyo eco no se perderá con el paso del tiempo.
Cuando hablamos de los lugares santos y de su mensaje, nos referimos a aquellos lugares que nos conectan con el comienzo de la fe cristiana y la vida de Nuestro Señor Jesucristo, los apóstoles, los profetas y los santos mártires. Estamos hablando de piedras y tierra, específicamente de una tierra que nos conecta con el camino de la salvación y el punto de partida de la fe cristiana hacia todas las partes del mundo. Nos conecta con nuestro pasado y con nuestro futuro histórica y religiosamente. Nuestros lugares santos llenan Palestina y Jordania. Es toda la tierra que pisó Nuestro Señor Jesucristo y los santos apóstoles y profetas. Nuestra patria ha sido santificada por el cielo y debe seguir siendo un lugar de encuentro de personas en el amor, la amistad y la fraternidad.
Nuestros padres y abuelos fueron solidarios en la fe, en los buenos y los malos momentos, afirmando su amor por su patria y preservando su santidad y su mensaje celestial que lleva a la humanidad. Esto es lo que la historia prueba. Cuando terminó la era de la persecución, nuestro país, gracias a ellos, alcanzó un nivel sin precedentes de prosperidad y bienestar, y experimentó una densidad de población poco común. Las piedras y construcciones arqueológicas que nos ha dejado la historia no son más que la prueba tangible de que nuestros antepasados fueron piedras vivas en la Iglesia de Dios, y que tuvieron fuerza de fe, determinación y amor hacia su tierra y su patria, que los hizo competir en la construcción de iglesias y monasterios en cada pueblo y ciudad. Cabe señalar que las inscripciones y los mosaicos con los que nuestros antepasados decoraron las lujosas iglesias y lugares de culto han conservado los nombres de muchos artistas y artesanos. Los nombres indican quién los encontró, como los nombres de los obispos, clérigos, empleados y benefactores, que no son de origen griego, sino de origen semítico.
La identidad árabe, cristiana y musulmana está íntimamente ligada a los lugares santos, lugares que no se pueden separar el uno del otro y que se han convertido en parte integral de la identidad, pertenencia, vida, cultura e historia de los jordanos. Los árabes cristianos han vivido en esta tierra desde los inicios del cristianismo, y su presencia en ella es uno de los cimientos de la identidad árabe cristiana, y una continuación de las culturas del Antiguo y Nuevo Testamento.
La tierra del Jordán, con sus yacimientos arqueológicos y sus cuatro rincones, nos habla de los profetas, de Nuestro Señor Jesucristo, de los santos y de los mártires. Es, por tanto, un llamamiento general a todos los ciudadanos, cristianos y musulmanes a un tiempo, para que Jordania permanezca, como siempre, fiel a su verdadero mensaje de ser tierra de paz, encuentro, fraternidad y cooperación entre todos. También es un llamamiento especial para que el cristiano jordano siga siendo un puente de enlace con los antepasados que lo precedieron y los hijos que lo seguirán. Es, y con mucha razón, un mensaje glorioso e inmortal cuyo eco permanecerá eterno en nuestros corazones.